"Entre lo que se alucina, lo que se quiere ver, lo que se ve realmente y lo que no se ve, el juego es infinito: es ahí donde tocamos la parte más íntima del cine". Serge Daney.

16 de julio de 2008

Los Olmstead contra el pueblo


Por Gonzalo Moreno
My kid could paint that (Amir Bar-Lev, 2007) es un documental que trata el famoso caso de Marla Olmstead, una nena neoyorquina de 4 años que pinta cuadros centrándose en la figura de sus padres y de su entorno y que los vende luego a precios escandalosos (U$S 25000, para que se den una idea).

Marla está representada a lo largo de la película de manera centrípeta: las cámaras la persiguen todo el tiempo y llegan a tener casi una convivencia con su vida cotidiana, pero no de manera inquisidora, sino como un método para mostrar su incuestionable inocencia; se habla siempre "de" ella y no "con" ella. Mark y Laura Olmstead (los padres) son realmente los protagonistas, quienes se plantan frente a la cámara para contar sus verdades y sus experiencias y los que la miran e interactúan con ella. Si bien el film comienza con una secuencia de títulos donde se ve a varios niños pintando y manchándose con pinturas de diversos colores, en ningún momento pretende ser un retrato de otro posible caso de niño prodigio ni tampoco generalizar sobre ello. El documental, por el contrario, quiere echar luz sobre el costado más morboso y, en un punto, siniestro de los hechos particulares: ¿cuánto hay de verdad en las supuestas obras de arte de la nena?, ¿hasta qué punto un padre puede incitar a su hijo a alcanzar metas insospechadas? No importa cuántos casos de niños prodigio haya en el mundo, el que importa acá es pura y exclusivamente el de Marla. Lo curioso de todo esto es que pese a que el documental fue pensado desde un principio por el director Amir Bar-Lev junto a Mark y Laura como única salida a la difamación por la que estaba atravesando el matrimonio (una cámara oculta del programa televisivo ’60 Minutes de la cadena CBS había mostrado a Mark induciendo a su hija de manera casi frenética y a los gritos a pintar de tal o cual manera un cuadro) termina resultando otra fuente de dudas y sospechas, aunque éste sea, increíblemente, el mayor acierto de la película: al ir mutando en otra cosa y al ir generándose dudas en el mismísimo Bar-Lev, el film se torna sumamente ambiguo y a la vez interesante, deja de lado su a priori costado redentor para explotar casi intencionalmente el costado de la controversia. Es por sobre todas las cosas su incertidumbre, su continuo divague y pasaje de la verdad a la mentira, de lo real a lo falso y de lo detalladamente calculado a lo espontáneo, lo que le da al film un tono propio.

El director no es el único que se siente confundido ideológicamente durante transcurso del metraje; con las diferentes acusaciones y teorías que van saliendo a la luz durante la filmación, el espectador también se siente sumamente perturbado. Es que la información que se le da es tan imparcial que todo el tiempo duda acerca de quién es el bueno y quién es el malo. Todo son grises, no hay extremos, y saber quién dice la verdad y quién miente es un enigma que se intenta resolver hasta el último minuto. Las preguntas que comienzan a sobrevolar son tantas y tan variadas que se dificulta llegar a una conclusión clara. ¿Qué es arte y qué no?, ¿cómo se constituye un artista? o ¿hasta qué punto el ojo construye el objeto? son sólo algunos de los centenares de interrogantes que arroja el film, uno tras otro, sin respiro ni descanso para el espectador, poniendo a prueba su capacidad de reacción, de pensamiento y razonamiento para llegar a una conclusión sobre los hechos.

Bar-Lev termina logrando una de las cosas más difíciles de lograr en un documental: no dar por sentado ningún absoluto ni por irrefutable ninguna hipótesis y dejar, en cambio, que sea el espectador quien, mediante todo el desfile de declaraciones de diversas personas (en defensa y/o en contra de los Olmstead), tenga la libertad de juzgar a la familia; porque el documental se ha transformado, por sobre todas las cosas, en un caso judicial imposible de resolver.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

La crítica me dio ganas de alquilar la película!. El título es genial pero siendo documental y no teniendo un director conocido dudo que los videos le den un lugar preferencial en los estantes...viene bien la recomendación.
Por otro lado la crítica me recuerda a Capturing the Friedmans, por el morbo y por la ambiguedad. Habrá que verla y comprobarlo.
Saludos!

Anónimo dijo...

La pelicula no la vi, pero por la critica realizada parece interesante.

Graciela Bello dijo...

He visto la película y como pintora, puedo decirte que esa niña no es una artista.
Sus padres la han usado con fines comerciales.
Es tan pequeña, que no tiene ni la fuerza física para realizar las telas que se muestran ya terminadas. En el arte, es fácil inducir a alguien a poner tal color, agregar aquí o allá y hacerle creer que la obra le pertenece.
Esto pasa incluso en talleres de arte.
Pero más allá de eso, como documental es interesante.
Paso también a saludarte por el día del amigo.
saludos,
Graciela.

Anónimo dijo...

Para mi que es la nena es la reencarnación de Jackson Pollock, hay que esperar a ver que dice cuando cumpla 12. =P (más que nada pasaba a decirte que leí tu crítica y me gustó)
Saludos!

Anónimo dijo...

Me interesó mucho la nota, saben como sepuede conseguir el documental?

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