Por Hernán Silvosa
¿Será su obra recordada por las futuras historias del cine? Difícil saberlo. Pero de algo estoy seguro: sus películas nunca resultan indiferentes. Hay quienes afirman que repitió hasta el hartazgo el recurso del giro final que tanto éxito le había dado Sexto sentido, aunque estas afirmaciones suelen venir de aquellos mismos que mirarían mal a Brian De Palma por la repetición de la pantalla dividida en varias de sus películas o llamarían sensiblero a Steven Spielberg acusándolo de golpes bajos cuando juega a ser más Frank Capra que nunca. Lugares comunes.
Lejos de lo ordinario, por el contrario, está el talento de Night Shyamalan para ubicar la cámara y moverla; lejos de lo ordinario que Hollywood representa en su mayoría, al menos. Porque pareciera ser que más allá (o más acá) de sus historias de héroes y fantasmas, sus invasiones alienígeneas y sus cuentos de hadas, el hombre intuye, no pocas veces, dónde y por qué comenzar un plano y dónde y por qué terminarlo (el único gran problema del cine, según Godard).
Como el inicio ocurrente de La dama en el agua que, luego de un prólogo animado (ver arriba, en español) que nos deja bien en claro cuáles serán los códigos a ser utilizados durante el relato, comienza con un plano fijo, bajo, metido como en las profundidas de una alacena de cocina (vemos la referncia de un caño en la imagen) a través de las cuales el protagonia (Paul Giamatti) intenta eliminar un insecto que nunca vemos en plano, mientras la familia de casa, fuera de foco en el fondo de la imagen, hace comentarios nerviosos y grita desesperada. Como ejercitando al extremo el recurso de la parte por el todo, el mayor sentido de la película se condensa en el plano incial, y fijo, de esta precisa puesta en escena. El mundo que vemos y el que no; el terror de la gente hacia lo desconocido y la violencia como única solución; y, finalmente, el hombre que por azar será el nexo obligado entre ambas realidades (el caño de agua sutilmente cortando su figura nos anticipa esta relación, a la vez que delimita, y valora, 3 planos de profundidad en la misma imagen: el agua, el protagonista y, en el fondo borroso, el resto de la gente).
The happening, la última película de Shyamalan cuyo estreno mundial es en junio de este año, es la historia de una familia que escapa en medio de una crisis a gran escala de algo que, precisamente, está sucediendo y nadie sabe muy bien de qué se trata. Nosotros sí sabemos que será el nuevo largometraje escrito y dirigido por este realizador que marca la diferencia allí donde, precisamente, la diferencia no es el rasgo más sobresaliente.