Tiempo de vivir (o más bien "el tiempo que resta", como es su título original en francés), nos cuenta los últimos días de Romain, un fotógrafo de 31 años a quien le detectan, en los primeros minutos de la película, un avanzado cáncer imposible de operar. Romain es conciente de su propia muerte y debe enfrentarse a ella, debe pensar en cómo utilizar el resto del tiempo que le queda, qué cosas hacer, qué decisiones tomar...
Nuevamente François Ozon utiliza toda la elegancia de su puesta en escena para contar con precisión, y exquisita concisión, ese tiempo que, por saberse finito, se siente en exceso.
Dijo Pasolini:
“Es pues absolutamente necesario morir, ya que mientras vivimos carecemos de sentido, y el lenguaje de nuestra vida (con el que nos expresamos, y al que, por tanto, atribuimos máxima importancia) es intraducible: un caos de posibilidades, una búsqueda de relaciones y de significados sin solución de continuidad. La muerte realiza un fulmíneo montaje de nuestra vida, o sea, elige los momentos realmente significativos (y ya no modificables con otros posibles momentos contrarios o coherentes), y los pone en sucesión, convirtiendo nuestro presente, infinito, inestable e incierto, y por tanto lingüísticamente no descriptible, en un pasado claro, estable, cierto (...)"
P.P. Pasolini, Empirismo Erético, p. 241, Garzanti (Italia).
Las palabras de Pasolini permiten tener una hermosa lectura de la película, y entender por qué Romain, constantemente, no sólo recuerda vagamente sino que revive momentos precisos de su infancia, encontrando en cada uno de ellos un sentido que se parece más que nada a una suerte de revelación. Quizás a partir de esta idea podamos ubicar una de las escenas más logradas y emotivas de la película, donde Romain se ve a sí mismo haciendo travesuras con un amigo en el interior de una Iglesia. Con el juego consumado y las risas agotadas, un beso, inocente y fugaz, tendrá ahora para Romain un sentido único, secreto, cierto, y bellamente final.
François Ozon es uno de los directores más interesantes del cine francés de los últimos diez años. Se hizo ampliamente conocido en Argentina cuando se estrenó en 2001 "Gotas que caen sobre rocas calientes"(Gouttes d'eau sur pierres brûlantes, 2000), su tercer largometraje, adaptación de una obra teatral de Rainer Fassbinder a partir de la cual Ozon creaba un particular mundo de relaciones entre Léopold, un hombre de cincuenta años, Franz, un joven de veinte a quien Léopold seduce, Anna, la ex novia de Franz, y Vera, una transexual que supo ser en algún momento la novia de Léopold. Los pocos personajes y el espacio cerrado y casi claustrofóbico permitían a Ozon dibujar con ingenio y humor la delgada línea que separa la seducción, el sexo, el amor y las relaciones de poder, todo mediante una precisa combinación entre patetismo melodramático y humor agudo, punzante, sórdido. Extraordinaria era, y es, la escena en donde los personajes bailan de manera coreográfica una canción de Rafaela Carrá (cantada en alemán).
"8 mujeres" (8 femmes, 2002) rompe con la austeridad que marcaban las dos películas anteriores, al menos en cuanto a producción se refiere. El director reúne a grandes actrices de varias generaciones del cine francés, entre las que encontramos a Catherine Deneuve, Isabelle Huppert y Emanuelle Beart. Las ocho mujeres del título desfilan con glamour en una enorme casa en el París de los años 50, y se ven envueltas en una trama que gira alrededor de un crimen, hecho que hará que la película se desplace hábilmente entre el policial, el melodrama, el musical y la comedia. Mediante una rica multiplicidad de homenajes y citas cinematográficas (especialmente al cine de los años 50), Ozon se divierte a través de una puesta en escena que logra con éxito subrayar los rasgos exagerados de cada una de sus protagonistas y el universo femenino que la película coloca en primer plano, donde el único hombre es, graciosamente, un hombre muerto.
En "La piscina" (Swimming Pool, 2003), una escritora inglesa de novelas policiales, Sarah Morton, exitosa en las ventas pero infeliz y deprimida en su vida, decide aceptar la invitación que le hace su editor cuando le presta su casa francesa para descansar y recomponer su fluidez literaria. Luego del descanso y una rutina que le permiten comenzar a escribir un nuevo libro, la tranquilidad de Sarah se interrumpe con la llegada de Julia, hija del dueño de casa, con quien tendrá que compartir su estadía y comenzar a manejar una relación que va del rechazo a la seducción y de la seducción a una trama policial en la que no faltan asesinatos.
En su siguiente película, "Vida en Pareja" (5x2, 2004), Ozon altera la clásica estructura narrativa para presentar, en orden inverso, cinco capítulos que arrancan con el divorcio y finalizan con el inicio del romance de una pareja, dando una interesante lectura resignificada del clásico "happy ending" del cine hollywoodense.
Finalmente, hay 2 películas de Ozon inéditas en nuestro país (películas que cualquier emulero de la web puede encontrar sin mayores dificultades) que son su opera prima y su segundo largometraje: Sitcom (1998), una comedia ácida sobre la desintegración de una familia burguesa a partir de la llegada de un nuevo integrante; y Les Amants Criminels (1999), una muy interesante revisión del cuento infantil Hansel y Gretel en código adulto y con toques de sadismo, asesinato, homosexualidad y canibalismo.
Luego de Tiempo de Vivir, dos películas más completan hasta el día de hoy la filmografía de François Ozon, aún no estrenadas en Argentina: Un Lever de Rideau y Angel.
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