En ambas películas hay un ser extraterrestre, en ambas un peligro que acecha. Sin embargo, si en E.T. la amenza se configura y materializa alrededor de los agentes de un Estado gigante y omnipresente, en La cosa esta amenaza es amorfa, ambigua y carente de materialidad. Se trata de una criatura que se comporta como un virus, que adopta la forma del organismo que contagia luego de una mutación que dura pocos segundos. De esta manera, cualquier organismo vivo (un perro, un compañero de trabajo) puede estar contagiado y ser “la cosa”, puede atacar y contagiar y expandirse. La amenaza no puede reducirse a un elemento externo al grupo humano que se defiende (como ocurre en Alien, por ejemplo) sino que es invisible, lo que alimenta el clima de paranoia y desconfianza.
Los abiertos y desolados espacios de
Con Halloween, La niebla y En la boca del miedo, La cosa es quizás una de las mejores y más personales películas de John Carpenter.
Cansado estos días de tanta película de terror mediocre que se dedica a registrar las cosas con la cámara desde la mayor cantidad de ángulos posibles (para luego permitir un montaje acelerado y frenético de las imágenes con la aparente intención de alimentar los nervios) me pregunté qué distingue una buena película de otra que no lo es. No encontré una respuesta definitiva, pero sí la sospecha de un rasgo: una buena película siempre sabe qué hacer con la cámara.