
Ocurre que está dirigiendo actualmente Star Trek con un guión no escrito por él y correctamente finalizado antes del inicio del conflicto. El problema es que Abrams es miembro del sindicato y ahora, en plena etapa del rodaje, no puede cambiar como director ni una sola palabra presente en el guión; lo que está escrito es lo que tiene que filmar. No es otra cosa que el sueño de cualquier guionista convertido en realidad. Por única vez, el director no puede modificar absolutamente nada.
Abrams cuenta que estaba filmando hace pocos días una escena de la película y que de repente se le ocurrió una idea para una nueva línea de diálogo. Fue exasperante, dice, no poder hacer abosolutamente nada...
Quién iba a decir que en los primeros años del siglo veintiuno se actualizaría nuevamente el debate Eisenstein-Pudovkin.
El primero consideraba que el guión debía presentar un esquema argumental introductorio pero que la verdadera creación de la película se hacía durante el rodaje del film y, por supuesto, en la etapa final del montaje. El segundo, por el contrario, defendía la idea del "guión de hierro", una carpeta que debía contener detalladamente los diálogos, posiciones y movimientos de cámara, estilos de iluminación y decisiones posteriores de montaje que debían respetarse con exactitud.
Ambos directores soviéticos, claro está, defendían estas ideas porque creían absolutamente en ellas y sentían que era lo mejor a la hora de realizar una película. Diferente es el caso donde la posibilidad de cualquier cambio está vedada de antemano.
Habrá que ver. Quizás descubramos en la próxima Star Trek influencias del constructivismo y alguna que otra marca de propaganda bolchevique.