"Entre lo que se alucina, lo que se quiere ver, lo que se ve realmente y lo que no se ve, el juego es infinito: es ahí donde tocamos la parte más íntima del cine". Serge Daney.

12 de enero de 2008

Fundamentalismo yanqui

Por Hernán Silvosa
Muchos ya deben conocer este documental llamado Jesus camp (Heidi Ewing, 2006) sobre un campamento cristiano para niños donde Charles Darwin y Harry Potter son auténticos demonios y una imagen de cartón de George W. Bush es alabada por niños con lágrimas en sus ojos; donde los jóvenes son adoctrinados mediante variados discursos que ignoran la duda y estrategias psicológicas al mejor estilo norteamericano para convertirlos en verdaderos “solados del ejército de Dios”.


Para resaltar. En el comienzo del fragmento de la película mostrado más arriba, el maestro pregunta a los niños quiénes están dispuestos a dar sus vidas por Jesús. Tanto los niños como sus padres levantan las manos, aplauden y gritan con excitación. En ese momento, exactamente a los 32 segundos del video, puede verse una imagen sorprendente: uno de los niños, de cabello rubio y cara angelical, transforma de manera drástica su rostro de felicidad por uno de profunda consternación y tristeza. Algo no anda bien, no caben dudas. Algo del discurso no es asimilado con armonía y permanece haciendo ruido en el pequeño cuerpo de ese niño. Y en su mirada perdida que dura un instante, en la inminencia de una especie de revelación que jamás se produce, vemos un momento de notable belleza. Una rara belleza que, paradójicamente, nos conmueve y nos angustia a la vez.