No hay parto en la televisión. Tampoco en el cine-shopping (ése que ofrece todo, que muestra todo y se parece demasiado a la góndola de un supermercado). Ningún signo de dolor o de trabajo debe ser visible en la imagen que desea comunicar con eficacia. El truco deja de ser ilusión de atracción de feria (el Gran Méliès murió en la ruina, vendiendo juguetes) para ser ideología en movimiento. Es que entre el emisor y el receptor el trabajo no sólo deja de ser representado, sino que es, por ley, irrepresentable, y si la imagen anónima se empecina en ocultar el esfuerzo de su producción y se presenta (se vende) con máxima transparencia y visibilidad, ¿por qué pedirle al espectador algún tipo de esfuerzo?
Pero hay otro cine que resiste, bidireccional por definción. La imagen es conciente de la mirada que recibe y responde en consecuencia, indaga, interpela y se transforma a su vez, constantemente, en otra cosa. La imagen sabe de sí misma, y observa. Deja de ser mero registro de acciones, de historias, de puntos de giro. ¿Registro del recuerdo, entonces? Tampoco. Recordar no es lo contrario de olvidar, sino más bien su funda. “Nosotros no recordamos, podemos reescribir la memoria como reescribimos la Historia. ¿Cómo puede uno recordar la sed?”
La imagen como punto de partida. Aunque tampoco. Más bien como hendidura de no imposición interpretativa. Posibilidad fugaz, frontera impermanente. Entre lo visible y lo no visible, entre lo dicho y lo no dicho, entre el yo y lo otro. Porque no es casual que Chris Marker introduzca el texto, desde el comienzo, con la tercera persona del singular.
Y así comienza esa grandeza inigualable, esa suspensión eterna del sentido, llamada Sans Soleil (Chris Marker, 1983). Con una imagen que se define por su incapacidad para comunicar o, más bien, por su bella capacidad para no comunicar ni ser comprendida con precisiones funestas. Contemplación e intuición en estado puro que, sin embargo, promueven el cine más extraordinario e imprescindible. Y el que poco y nada se diferencia de lo que, cotidianamente, suele llamarse poesía.
4 comentarios:
Una obra impresindible en la videoteca de un amante de la vanguardia cinematografica... inolvidable experiencia que obliga a tus ojos a ver las cosas en otra dimension...!!!
De Chris Marker me pareció muy interesante descubrir su cortometraje La jetée (1962) en el que se basa la interesante película de Terry Gillian Doce monos (twelve monkeys, 1995).
Saludos,
Hola, acabo de llegar de mis vacaciones y me estoy poniendo al día. Marker es un mundo a descubrir, cada vez que puedo intento ver algo de él. Me ha gustado mucho lo que escribes en el texto sobre l cine y concepto de imágen. Saludos!
Gran película, por lo que parece. Tendré que añadirla a mi lista de "must see"... ¿Alguien sabe si está disponible en DVD?
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