"Entre lo que se alucina, lo que se quiere ver, lo que se ve realmente y lo que no se ve, el juego es infinito: es ahí donde tocamos la parte más íntima del cine". Serge Daney.

6 de marzo de 2008

Las grietas del infierno

No country for old men
de Joel y Ethan Coen
(EEUU, 122 min, 2007)

Por María Papi
Donde todo porvenir es fatal, la ley es la del más fuerte, la justicia es la del más rápido y la libertad es la del más poderoso. No hay posibilidad de redención; sólo culpas, remordimientos, miedos, sombras y muerte. Un árido y caluroso paisaje del infierno, donde el valor de la vida se juega a cara o cruz, pues la violencia no sólo está estatuida, sino que ha sido automatizada.

No Country for Old Men es el nombre del nuevo film dirigido por los hermanos Coen, una majestuosa adaptación del libro homónimo del escritor norteamericano de culto Cormac MacCarthy. Se trata de una obra de cine negro –a pesar de su contexto de western infernal - con feroces dosis de sangre –y dinero-, diálogos absurdos, relatos oníricos, suspenso, acción, humor, metafísica y un clima desolador en permanente tensión mediante una exquisita realización cinematográfica. Es una película profunda, inteligente y absolutamente contemporánea, ya que, aunque la historia transcurre en los 80, el rigor de la vida que constituye el árido paisaje del desierto del sur norteamericano y la esterilidad de sus personajes es una alegoría del presente de ese país.

¿Sin lugar para los débiles? Creo que la traducción del título que se ha impuesto en nuestro país ha sido más que errada. No country for old men nos dice mucho: la oposición al hombre viejo implica la reafirmación de un hombre nuevo, así como también la ausencia de Dios (en inglés “Old Men” es también una forma de referirse a Dios, así como al jefe, al padre y a la autoridad en general).

Aquí, los personajes son hombres degradados moralmente, vaciados, desilusionados hasta el agotamiento -en el mejor de los casos- o máquinas de matar -en el peor-. Sólo voy a referirme a dos de los personajes, que van abriendo la trama como las dos caras de una misma moneda: se perciben y se desconocen.

El sheriff Tom Bell (Tommy Lee Jones) es el talismán filosófico del film, de él devienen los efectos abstractos. Sería uno de los “hombres viejos”, el personaje que carga la mirada fatalista de la realidad, quien a punto de retirarse no ha podido encontrar sentido a nada de lo que le ha sucedido y de lo que ha visto. Bell no comprende y se pierde en un país tan “duro” que la única manera de llamar la atención de los otros es la violencia desmesurada. Aquí, Dios “no ha llegado” y no se puede detener el curso del tiempo.

Al desierto gris del Sheriff Bell irrumpe la oscuridad de Anton Chigurh (Javier Bardem), un asesino por principios –por el principio de matar- que atraviesa Texas, con su fría palidez y su violencia automática, arrasando con todo lo vivo a su paso. No hay piedad ni culpa, su exterminio avanza como la peste, es una máquina de matar (pues se parece más a Terminator que a un ser humano) y es invisible como un fantasma, ya que si lo has visto, estás muerto.

Con este panorama, donde todo porvenir es fatal, la ley es la del más fuerte, la justicia es la del más rápido y la libertad es la del más poderoso. No hay posibilidad de redención; sólo culpas, remordimientos, miedos, sombras, muerte. Un árido y caluroso paisaje del infierno, donde el valor de la vida se juega a cara o cruz, pues la violencia no sólo está estatuida, sino que ha sido automatizada. El ser humano es un animal individualista e intolerante sediento de dinero. Ese es el hombre joven, en eso ha devenido el mundo: un combate liberado entre políticos corruptos, verdugos y hombres atormentados.

Manifiestamente el film apela al inconsciente colectivo norteamericano, a una sociedad donde los jóvenes se suicidan públicamente, luego de acribillar a sus compañeros, como método de denuncia o desvelo de su contingencia; un país donde la vida es descartable, ya que el genocidio y la impunidad gobiernan.

Por todo ello, no deberíamos reducir el cuestionamiento que presentan los Coen –y la reflexión a la que invitan- a una problemática de débiles o fuertes, tampoco de jóvenes o viejos, ni de buenos o malos, pero definitivamente sí, es una problemática de los Estados Unidos de Norteamérica. Quimeras, terror, crimen, intolerancia, infamia, exclusión, abuso, etc. El film presenta un juego que había empezado antes de haberlo hallado, donde el caos se esparce incesante en el horizonte y lo veamos o no, participemos o no, hay que tratar de distinguir algo entre las sombras y los reflejos para sobrevivir.