
La primera impresión que uno tiene pocos minutos después de empezadas estas Historias extraordinarias de Mariano Llinás (Argentina, 245 min, 2008) es que algo grande está sucediendo y que uno forma parte de ese hito. Como bien se dijo en algunos medios, algo histórico. Algo que llega para cambiar radicalmente el estado de las cosas, un aliento de vitalidad al cine sin distinción de nacionalidades. Hay algo en la valentía de su realizador, en esa multitud de personas reunidas impacientes en la sala, en la energía que arrojan los títulos iniciales, en esa voz que nos impela, en ese horizonte donde cuatro personajes alrededor de un tractor dan comienzo a las historias más grandes jamás contadas. Mariano Llinás demuestra que otro cine es posible, que el INCAA está equivocado. Años atrás, junto a sus compañeros de ruta, había exhibido en el MALBA el conjunto de sus obras bajo el nombre de La Resistencia. Mariano Llinás, en una política de admirable coherencia con sus trabajos y manifiestos previos, demuestra que el cine le da la razón.
1. Viajes. Ríos, mapas, héroes anónimos, autos, carreteras, leones, buscavidas fabuladores, aviones, mares, narradores, horizontes, soldados alemanes, barcos, cielos, historias de amor, de suspenso, de cine, traficantes, viajes, libros, arquitectos grandilocuentes, asesinos, hoteles y cementerios, surcan el paisaje de estas historias extraordinarias. Aventuras que remiten a las novelas de nuestra infancia y a nombres como Robert Louis Stevenson, Jules Verne, Emilio Salgari. Aventuras cinemáticas, dinámicas, que recuperan la emoción de títulos en los que podía suceder de todo, dirigidos por gente como Howard Hawks o Raoul Walsh. Historias que se expanden como afluyentes de un vasto caudal que las integra en un océano inconmensurable para luego multiplicarlas, bifurcarlas imprevistamente en nuevos ríos y arroyos que se pierdan en nuevas salientes hacia el infinito en una pampa húmeda de tintes fantásticas, pues el segundo largometraje de Mariano Llinás encuentra su grandeza en la apasionada convicción de que aún es posible desplegar universos sorprendentes, y la tarea de narrarlos sigue siendo una empresa fascinante porque los medios están lejos de haberse agotado.
Amor por los recorridos, por los paisajes y por sus habitantes destilan las más de cuatro horas que conforman la película. Historias extraordinarias encuentra su razón de ser en los caminos, en la seductora imprevisibilidad de sus destinos y alcances, en la expectante disposición con que sus tres protagonistas principales (X, Z y H) se embarcan en las aventuras que se les imponen. Como quien elige arrojarse a la ruta sin demasiadas planificaciones, Llinás elige prescindir de elaboradas presentaciones para acompañar a sus criaturas durante el trayecto. Cada uno de los tres es presentado llegando de algún lado; poco sabemos sobre sus procedencias, sus relaciones anteriores, sus sistemas de valores. Son personajes exentos de psicología, casi meros artilugios que permiten la puesta en marcha de la maquinaria narrativa, y los narradores que alternan sus voces azarosamente se encargan de hacernos saber que tampoco importa demasiado de dónde vienen o hacia dónde se dirigen. Lo que importa es que están en movimiento, en tránsito, y en ese contexto todo puede suceder: X (Mariano Llinás) presenciará un asesinato y cometerá otro, Z (Walter Jakob) se sentirá oscuramente atraído por el enigma de su difunto predecesor en un puesto de oficina y H (Agustín Mendilaharzu) será el encargado de encontrar unos monolitos a lo largo del río Salado. Ninguno de ellos sabe muy bien por qué hace lo que hace ni qué mecanismos son los que los enfrentan con cada una de sus peripecias. No obstante, una vez inmersos en ellas, se abandonan al juego con curiosidad, y no es casualidad que la única vez que el narrador le concede la voz a uno de ellos, las palabras que escuchemos sean: "Siempre de viaje".
2. Movimientos. En una película repleta de idas, vueltas, sucesos y puntos de giro, el viaje es el acontecimiento por antonomasia. (“Lo único constante es el cambio”, diría Bob Dylan). Pero aquellas travesías encuentran su correlato en los avatares que la propia película asume como acto de libertad estética. Impredecible en cuanto a los recursos de su puesta en escena, la película pasa de una historia a otra sin pedirnos permiso por nada, transita entre un género y otro (del thriller al western, de la comedia romántica al documental), se escapa por la tangente, revisa, indaga sobre lo ya visto, y se reproduce en maravillosos paréntesis. Incluso cuando X pase la mayor parte de su historia encerrado en una habitación de hotel en la localidad de Azul, el relato se trasladará a la sucesión de eventos que culminarán en la masacre del molino San Martín (entre bandidos chilenos, jeques árabes y agentes del Scotland Yard); o qué es el caso Lola Gallo sino una formidable digresión dentro de la historia de X, un cuento de amor melancólico y uno de los cortometrajes más hermosos que recuerde haber visto. Del mismo modo, el periplo de Z volverá una y otra vez sobre la vida oculta del enigmático Cuevas, a quien el artífice de esta épica concederá un monólogo epistolar absolutamente artificial pero no por ello menos justo con su personaje, y H se perderá abrumado por el sueño el recuerdo del viejo César y los Jolly Goodfellows.
“Todo está en movimiento”, resuena en el aire el eco lejano de Dean Moriarty atravesando las rutas de Estados Unidos, en una inevitable referencia a esa gran novela sobre la vida en el camino que es, precisamente, On the road (Jack Kerouac, 1957), porque si Historias extraordinarias comparte algo con la literatura de Kerouac, más allá del entusiasmo rutero y de esa obra en particular, es el sentimiento de que el mundo se reproduce vertiginosamente en una galería interminable de personas y situaciones, donde lo cotidiano se reviste de cualidades nobles y lo insólito adquiere el carácter de revelación, y así como melancólicamente sugiere por momentos el espíritu de su escritura, nadie será capaz nunca de abarcar en su totalidad el abanico de hechos, sentimientos y posibilidades que se extiende alrededor de nosotros. Y sin embargo, ¿por qué el cine y la literatura no habrían de animarse a perseguir con ímpetu romántico aquel fin? ¿Por qué la ficción no puede desafiar a la vida misma y pretender superarla?
3. Cine y literatura. Pero si en Kerouac el universo se desplegaba como resultado de la prosa espontánea en una permanente evasión metafísica, Historias extraordinarias es el fruto de un narrador que busca generar emoción por la aventura y ese universo, un narrador con reminiscencias borgeanas, en pleno dominio de su mundo, disponiendo a su arbitrio y de modo casi científico, los episodios y personajes, alternándolos, suspendiéndolos, multiplicándolos, sin que esto conduzca a un caprichoso regodeo estructural. Por el contrario, haciendo gala de una prosa elegante y verborrágica dialoga con sus imágenes (y con el espectador), anticipándolas, complementándolas, confundiéndose, averiguando, callando, de modo tal que la maquinaria narrativa quede al descubierto sin por ello privar a las imágenes de su poder representativo y evocador. De este modo, Mariano Llinás expande las fronteras del cine hasta permitir disociaciones máximas y juegos retóricos entre lo que se ve y lo que se escucha, liberándolo por momentos de su condena a contar primordialmente en imágenes. La omnipresencia y omnisciencia de esas voces que recorren toda la extensión de estas historias permite a las imágenes y al montaje encontrar otros tiempos, aguardar, detenerse con calma en aquello que la palabra no puede representar permitiendo que el argumento avance como lo venía haciendo por otros carriles. En una película donde suceden tantas cosas, lo visual no puede cargar por sí solo con todo el peso de los acontecimientos.
4. Suspensión. Algo de melancolía invade la sala cuando los créditos finales comienzan a deslizarse sobre la pantalla mientras a un costado, diversas fotos que dan cuenta del rodaje y su equipo técnico se superponen unas a otras, generando la intuición de que hay allí otro caudal de anécdotas que uno quisiera conocer.
Tal como habían sido presentados al comienzo, a la vera de un camino, así son despedidos X, Z y H. Todo pareciera indicar que algo nuevo los aguarda en el horizonte, pero su destino es incierto. Quisiéramos volver a verlos, pero cada cual debe seguir su rumbo. Como cantaran los Jolly Goodfellows: “Nacieron con el destino, de andar el camino, lejos”. La ruta los espera.
Puede verse en Buenos Aires:
MALBA (Av. Figueroa Alcorta 3415), los domingos a las 18:30 hs. Precio: $ 10, estudiantes $ 5.
TEATRO 25 de MAYO (Av. Triunvirato 4440), los sábados a las 20:00 hs. Precio: $ 6.