
Como dije más arriba, hablar de mayor o menor fidelidad de una película con relación a una obra pensada y creada a partir de los códigos particulares de otro medio (en este caso un comic) para valorar, analizar o criticar la película misma, me parece absurdo. El concepto se limita siempre a esconder lo específico del lenguaje de cada medio para promover un extraño criterio de vigilancia moral concentrado en las aparentes cualidades compartidas (personajes, diálogos, trama) que resulta, la mayoría de las veces, en resolver cuánta es la distancia que separa la película de su fuente. Según esta idea, cuanto menor es la distancia, mejor resulta el film (quizás porque de esta manera los efectos producidos sobre la emoción y la inteligencia del espectador estarían más cerca de parecerse a aquellos producidos sobre el lector, siempre ideal y platónico, de la obra original). Al menos es lo que uno (si leyó Watchmen y luego vio la película) puede inferir del pensamiento de Snyder, quien parece convencido no sólo de que puede serle fiel al comic de Alan Moore sino que además debe serlo. Pero como suele ocurrir, a mayor intención de fidelidad en el espíritu del director, más pobres son los resultados. Snyder intenta reproducir milimétricamente planos, diálogos y giros dramáticos presentes en las viñetas del comic, motivo por el cual uno podría considerar que apuesta por la fidelidad. ¿Fidelidad? En todo caso el director es fiel al comic, que tiene como pieza de culto colocada en un pedestal de reverencia, pero no a la película que tiene entre sus manos. ¿Cómo podría hablarse de fidelidad si el realizador no se apropia de la fuente original de tal forma que su objetivo sea concebir algo nuevo (en un nuevo medio) puesto que lo otro (el comic) es algo ya hecho? No casualmente los mejores momentos de la película son aquellos en los que Snyder decide escapar de su lealtad ciega a las fuentes (por ejemplo, cuando Rorschach escapa de la cárcel y le pregunta a su psiquiatra "¿qué ves?" mostrándole su máscara) para dejar que sus personajes tengan vida propia y actúen por fuera de un esquema rígido y asfixiante. Son momentos en los que la película, segura de sí misma, decide decidir, y todos respiran. Lástima que estos destellos son demasiado pocos en una película de casi tres horas.
Si estamos de acuerdo en que no debiera existir adaptación (término poco feliz que remite a la idea de encajar algo en otra cosa) sin apropiación, ni tampoco apropiación sin la conciencia de tener entre las manos un nuevo tipo de cartas para barajar de nuevo y de la forma que se quiera, ahí tenemos el ejemplo de Christopher Nolan, quien supo hacer con todo esto una película excelente.