
¿Puede una buena película sentirse innecesaria? No lo creo. Debido a esto es que cuando leo o escucho que tal o cual película es buena aunque no aporta demasiado al cine ni a nuestras vidas (sí, a nuestras vidas, tan grandilocuente como suena), entonces me pregunto: ¿por qué es buena? El cine empaquetado de estética elegida con el dedo terminó por cansarme; que
Terminator salvation (McG, 2009) quiera escapar a conciencia de ese injerto a puro paisaje soleado que es la tercera entrega, convirtiendo ese dúo de joyas de la ciencia ficción y el cine de acción creado por
James Cameron (lectura y relectura mediante) en una saga que jamás debiera haber tenido lugar, no es un mérito: se trata sólo del resultado de un sondeo de mercado.
Terminator salvation es puro packaging, pura pose. Viene con un Christian Bale adusto de regalo y con un salto de bleach generalizado (proceso del revelado que desaturiza los colores y acentúa los negros y el grano de la imagen) que lava no sólo el colorido del paisaje sino también la identidad de la película. Hay un primer momento sintomático en lo que tiene que ver con la falta de personalidad que el film intenta reparar con poses forzadas y etiquetas resaltadas: el plano secuencia que presenta a John Connor, donde un helicóptero aplasta el cuerpo metálico y casi sin vida de un terminator y al instante vemos que alguien se acerca para dispararle en el cráneo destruido, de manera redundante, sólo para que la cámara se eleve y descubra a Christian Bale en su pose de milimétrica solemnidad y con el arma apuntando hacia al frente, esperando en posición correcta su plano de introducción. También es una pose, para contrastar el ejemplo, cuando en Terminator 2 Arnold Schwarzeneger sale del bar con su ropa de cuero y Cameron pone a todo volumen Bad to the bone, pero en este caso la clave está en el humor con que el director resuelve la escena y en las marcas de estilo originales que construyen una iconografía integrada sin molestia a la acción de los personajes (dos cosas que McG ignora por completo o decidió olvidar para el rodaje de esta película).
La pregunta que habría que hacerle al film de McG es: ¿cuál es la necesidad? Y por supuesto que no se trata de hacer trasladar el arte del cine al campo de la utilidad de lo cotidiano o del pragmatismo de los espíritus pueriles (ya lo dijo Wilde: el arte es completamente inútil) pero sí de ubicarlo en un contexto de realidad material que resulta insoslayable o, más bien, de desubicarlo mediante un par de golpes para identificarlo con las prontas búsquedas mercantiles a cortísimo plazo que una película como Terminator salvation se plantea desde su misma concepción, mirándose el ombligo y manoteando lo que tiene cerca sin pensar demasiado en los resultados finales (lo que produce una paradoja simpática, porque todos los guiños que tiene esta cuarta entrega con las dos primeras partes creadas por Cameron, en diálogos, música y hasta en personajes duplicados -en imagen Arnold Schwarzenegger, en sonido Linda Hamilton- quieren ser, y terminan siendo, lo más personal y espontáneo de toda la película). Terminator salvation no busca otra cosa que justificarse a sí misma con un disfraz estético de colores desaturados que resulta caprichoso, que elige en una sala de postproducción de entre tantos otros disfraces que podrían haber sido elegidos con igual intrascendencia. Necesidad o contingencia, esa es la cuestión: que una película provoque en el espectador la sensación de que sus imágenes tienen una existencia trivial y pueden ser reemplazadas por otras tantas similares o que, por el contrario, se sienten únicas en el público, precisas y fatales.
Ya desde el comienzo, si recordamos, Terminator salvation se desdobla en dos tramas, la de John Connor por un lado, la de Marcus Wright y Kyle Reese por el otro. Las dos líneas narrativas se van intercalando mediante un montaje alterno que podría ser el elegido o también cualquier otro (otra vez la sensación de lo innecesario) y que para preceder cada cambio de trama mediante el corte de montaje (ir de Marcus a Connor y viceversa) se suceden escenas de acción separadas unas de otras que no aportan ni a la caracterización, desarrollo o entendimiento de los personajes ni a la película en algún aspecto que no conforme lo que más arriba llamábamos la idea de packaging, lo superficial mentiroso que simula identidad y que poco tiene que ver con las formas posibles que ofrece el cine y mucho con las intenciones de concebir un espectador tan lavado de pretensiones que encuentre una pronta y sencilla forma de identificarse con un material perecedero, sin devolución y reemplazable por otro similar a las pocas semanas pero con otro título en sus créditos. ¡Seamos sinceros! Ninguna de las set-pieces de Terminator salvation permanece en la memoria del espectador más de unos cuantos segundos; todas ellas son veloces y estridentes pero ninguna provoca adrenalina en la mirada ni en la expectativa de su resolución. Tanto se pierde este larguísimo spot publicitario de McG en tener identidad propia (en cuanto a lo estético del envoltorio) que diluye toda posibilidad de construir algo en apariencia tan simple pero en el fondo tan complicado: contar el cuento, y contarlo bien. Y no me refiero a contar algo que se entienda con facilidad, a escupir ideas más o menos coherentes unas con otras o a concebir que unos cuantos personajes tengan un par de objetivos definidos por cumplir en cada secuencia dramática y algún que otro obstáculo en el medio que se los impida para mentener el interés del espectador: contar bien el cuento es prescindir de lo que sobra; transmitir al espectador que las cosas vistas y oídas en la pantalla, necesarias y vitales, no podrían haber sucedido jamás de otra manera (recomiendo para los que sepan algo de inglés este video donde James Cameron explica, con detalle, el difícil proceso de hacer que el montaje final de una película contenga sólo lo necesario y no se pierda en información secundaria que subestime al espectador).
Terminator salvation, olvidándonos por unos segundos de su franquicia, tampoco es una buena película de acción; sin ir más lejos, el desenlace no le importa a nadie y carece de toda tensión porque no hay un antagonista definido de antemano (el que aparece en los minutos finales está sacado por arte de magia de la galera de lo paródico y tampoco funciona demasiado). Las tramas se juntan, la salvación se produce, el clima adverso se resuelve y la frustración del espectador queda flotando en el aire. Ruidosa y explosiva, algo desordenada y obvia en su banda sonora (¿qué te pasó, Danny?), la película no logra fijar ninguno de sus momentos en la memoria colectiva del público. ¿Y cómo es posible terminar de ver una película de este género sin recordar con placer de adrenalina alguna de sus secuencias de acción con el deseo de volver a repetirlas cuanto antes? Terminator salvation es como bajarse de una montaña rusa en un parque de diversiones y reemplazar el grito impulsivo de “¡otra vez!” por un tímido “sí, bien, ¿eso fue todo?”. Innecesaria.