"Entre lo que se alucina, lo que se quiere ver, lo que se ve realmente y lo que no se ve, el juego es infinito: es ahí donde tocamos la parte más íntima del cine". Serge Daney.

31 de mayo de 2007

El Otro, de Ariel Rotter

Dos opciones: el otro que uno quisiera ser o el otro que uno es por no poder o no querer ser lo que podría. Quizás el otro que da título a la película no se refiera a aquel ser anónimo y enmascarado, misterioso y callado, que bajo nombres inventados o robados se registra en un hotel de un pueblo solitario, lejos de Buenos Aires, para vivir diferentes experiencias detrás de una identidad ilusoria y pasajera. Quizás el otro, verdaderamente, sea aquel que vemos al comienzo y al final de la película: quien baña a su padre con complacencia y dedicación, quien sirve el desayuno a su esposa mientras contempla con emoción el embarazo de su futuro hijo, otro el que dice llamarse Desouza y ser abogado, ser hijo y ser padre. Desouza como otro, como no él.
Del otro lado, más allá, en otra parte o tiempo o las dos cosas, el Desouza-otro desaparece para convertirse en Brunelli, Salazar, arquitecto o médico a la vez, caminar en la oscuridad y despertar bajo un árbol que lo alimenta, espiar la virginidad de un cuerpo, acostarse con una mujer sin nombre o mirar de lleno un cadáver velado por gente que desconoce. El Desouza-otro, hacedor de lo esperado, se desvanece para convertirse en cuerpo de movimientos reales donde los maniquíes de una calle solitaria observan desde las vidrieras silenciosas, donde la respiración y los pasos llenan espacios vacíos de tiempo con música muda pero precisa, donde la imagen austera vale por lo que muestra y la acción por lo que genera, más allá de las palabras.
Desouza-otro que miente con palabras mundanas para no mentir con su cuerpo y su mirada. Mentira pequeña para verdad grande y poderosa. Mirada sincera enceguecida sólo por luces de ruido y placeres engañosos.



"Los espejos y la cópula son abominables, porque multiplican el número de los hombres”, dice Borges en uno de sus cuentos. Juan Desouza-otro siente lo mismo ante cada espejo que lo enfrenta con la finitud que lo rodea. Desouza-espejo, que elige finalmente cubrir su cuerpo con el reflejo opaco de una mirada sin deseo. Reflejo muerto de verdad el del maravilloso, conciso y miserable plano final: Desouza fuera de campo, borrado, vestido de palabras vacías que se repiten solas como el eco de una sombra que ya nadie reconoce.
“El hecho de no verte y de saberte / te agrega horror, cosa de magia que osas / multiplicar la cifra de las cosas / que somos y que abarcan nuestra suerte. / Cuando esté muerto, copiarás a otro / y luego a otro, a otro, a otro, a otro…”

1 comentarios:

Anónimo dijo...

Muy bueno el Blog. César desde Rosario

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