
Ahora bien, lo que hace Spiderman 3 es triplicar la mayoría de los elementos trabajados en los dos films anteriores. Triplica la acción, la velocidad de las peleas, el número de planos, de cortes, de villanos, de citas, de cameos... y de veces que las banderas norteamericanas aparecen por generación espontánea arbitrariamente impresas en la pantalla, en momentos cruciales de la narración. También triplica la cantidad de lágrimas que vemos caer por las mejillas de los personajes, porque también están triplicados los momentos que, vacíos de emoción, parecieran requerir de algún signo predigerido por el público para lograr que el mensaje a comunicar, con el cartel luminoso de Momento Emotivo brillando en lo más alto, pueda llegar sin ruido al más desatento de los espectadores ligeramente subestimado.
Lo interesante de la película, me parece, es aquello que, triplicado, también la salva: el humor, el delirio y la incoherencia. Porque si una sustancia alienígena cae de un momento a otro y sin explicación para dar inicio a una de las tramas más importantes de la película (a diferencia de la desmesurada ambición del científico Octavius que en Spiderman 2 daba lugar a la monstruosidad megalómana en un contexto de corrupción y alianzas oscuras), la transformación de Peter Parker en una especie de John Travolta Reloaded ensayando pasos de baile en las calles de Nueva York o los malentendidos en la escena del restaurante que funcionan a la perfección por involucrar a los personajes en una puesta en escena de tiempos justos y cinéfilo clasicismo , justifican desvergonzadamente cualquier imprecisión del guión y hasta cualquier tendencia a desplegar como nunca escenas de acción narradas con una cámara ultra veloz que confunden a Spiderman con una mezcla digital entre Superman y El Hombre Enmascarado.
Exacerbadas, la grandilocuencia, la velocidad y hasta la textura sintética en apariencia descartable de muchas imágenes podrían permitirnos una lectura particular de una de las tramas de la película, aquella que nos habla de la muerte del mundo clásico e inocente a través de la expulsión de Mary Jane del musical donde prentende cantar; no hay lugar en Spiderman 3 para las escaleras gigantes en suntuosos escenarios con bailarinas. Aunque, claro está, se continúe necesitando del detalle de una lágrima forzada en primerísimo primer plano para compartir, al menos en apariencia, una leve cuota de emoción enmascarada.