Pero en Zelig (Woody Allen, 1983) las cosas parecieran ser diferentes. El protagonista no se trata de alguien incapaz de adaptarse al mundo que le rodea, sino todo lo contrario. Leonard Zelig es un hombre que tiene la extraña particularidad de camuflarse con las personas que están a su alrededor, como si fuera una de ellas. Si está junto a judíos ortodoxos le crece la barba, si está entre chinos adquiere rasgos orientales, entre negros su piel oscurece, y así. Cuando los psicólogos intentan estudiar su caso les resulta imposible, él se transforma en uno de ellos.
La genial ironía de Woody Allen se enmarca en el género del falso documental, también llamado mockumentary (de mock, burla), utilizando desde imágenes de archivo hasta entrevistas a personajes reales, como Susan Sontag.
El mismo Woody Allen repetiría la fórmula del género con Sweet and lowdown (1999), con Sean Penn como protagonista, sobre la vida de un genial y excéntrico guitarrista de jazz de los años 30. Otros referentes importantes de este género son la reciente Borat (Larry Charles, 2006) y el último y genial largometraje de Orson Welles (por muchos injustamente poco recordado): F de falso (1974).
Zelig se ríe del documental como género y del valor de verdad que le damos a las imágenes cuando apenas escuchamos esa palabra, pero también de todos nosotros y de las variadas formas que tenemos de simular ante los demás, por miedo, comodidad o interés, aquello que definitivamente no somos.
Sin planteos metafísicos de compleja erudición, Zelig hace el mejor humor con lo que Kundera llamaría la insoportable levedad del ser. Ni más, ni menos.
1 comentarios:
Este film que evocas es uno de mis preferidos de Allen en una época que recuerdo con mucha alegría. Lástima que su camino se volvió un tanto sinuoso más adelante. Saludos!
Publicar un comentario