Es un placer encontrarse en estos días con una película de acción que no sea estúpida y que tenga, principalmente, muy buen pulso y escenas de acción bien coreografiadas. Es lo que consigue Duro de matar 4.0, dando batalla a la cyber tecnología del actual cine de acción en defensa de la clásica escuela del doble de riesgo.
Después de 1988, año de estreno de la primera entrega de Duro de matar, vendrían infinitas películas de acción que no serían otra cosa que “duros de matar” en diferentes escenarios: aviones, trenes, barcos, etc. La película de John McTiernan se había convertido en un símbolo del cine de acción de los '80 por su sencillo aunque original punto de partida, por su eficacia narrativa y principalmente por la increíble cantidad de recursos visuales a disposición de una película estrictamente de acción. Contaba, además, con uno de los mejores villanos de la historia del cine, interpretado de forma genial por el inglés Alan Rickman.
La segunda parte, dirigida por Renny Harlin, no estaba del todo mal. Comparada con películas actuales del mismo género podría elevarse con facilidad a la categoría de excelente o extraordinaria. Era la época donde todavía no se abusaba de la imagen generada por computadora y se recurría a escenarios reales o a maquetas realizadas a escala para rodar las escenas de acción, lo que otorgaba a la imagen una textura realista que sólo era manipulada por la violencia, el humor y los códigos internos de la trama.
En la tercera, con el regreso del director de la película original, la ansiedad de las expectativas era contenida con satisfacción por un guión original y de nervio ascendente. La ciudad entera de Nueva York se convertía en una suerte de gran Nakatomi Plaza donde John McClane debía enfrentar contra reloj a un grupo de terroristas liderado por un extraordinario Jeremy Irons (el casting de McTiernan no podía ser mejor). Los guiños a los fanáticos eran innumerables y el espíritu de la serie se recuperaba en su totalidad. Quizás con un desenlace que no estaba a la altura del resto de la película, el carismático personaje que había llevado a Bruce Willis a la fama se despedía por los próximos 12 años.
Podría criticarse de Duro de matar 4.0 que sus más espectaculares secuencias de acción (y muchos giros de su trama) son tomadas casi literalmente de otras grandes películas del género (principalmente Mentiras verdaderas, de James Cameron) pero también es cierto que es de poca importancia una excesiva demanda de originalidad en este tipo de películas cuando logran cumplir con inteligencia la mayor parte de todos sus objetivos.
¿Será que uno padeció Transformers hace poco tiempo y esto transforma a John McClane en el héroe salvador de la satisfacción pochoclera en una sala de cine?
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Un presentimiento
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2 comentarios:
Que suerte que te haya gustado esta nueva entrega de este gran héroe. Parece que el tema de las remakes está trayendo consigo aquel recuerdo vivo de esos personajes míticos de aventura y acción. Saludos!
Diria que es muy satisfactoria, pero no supera la primera versión que ya resulta insuperable, pero de todos modos vale el encuentro con éste viejo héroe del cine de acción, que aún sorprende.
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