"Entre lo que se alucina, lo que se quiere ver, lo que se ve realmente y lo que no se ve, el juego es infinito: es ahí donde tocamos la parte más íntima del cine". Serge Daney.

23 de agosto de 2007

La Pasión de Beethoven

El Beethoven que construye Ed Harris de la mano de Agnieszka Holland (o al revés, da lo mismo) es por donde se lo mire una caricatura grotesca, torpe y de trazo grueso. Recurre a todos los lugares comunes que la heterogénea historia del cine ha elaborado sobre ese tipo de personaje romántico cuya genialidad artística vendría a desatar la terrible locura del alma (la directora ya había probado suerte en el género con leves aunque mejores resultados en El fuego y la sombra, sobre la vida de Rimbaud). Pero nada sería tan grave si los problemas fueran tan sólo algunas terribles actuaciones o la poca claridad acerca de lo que la película verdaderamente quiere contar. No tiene que ver tampoco con la historia, ni con ciertos diálogos que literalmente, y en pocas palabras, dictan sentencia sobre la creación artística, la eternidad, dios, la muerte y cosas así. Se trata más que nada, me parece, de la imagen de la película.

En La pasión de Beethoven hay una imagen que pareciera estar todo el tiempo lidiando con un terrible problema: la música del compositor. Por unos momentos da un paso al costado y deja que la música se convierta en la esencia de lo que vemos (se trata más que nada de ciertas secuencias de montaje donde los planos carecen de todo valor, musicalizadas en segundo plano, como cuando suena Para Elisa, o de ciertos planos exteriores recurrentes en la filmografía de la directora, generales, escorzados, picados, donde vemos a Beethoven caminar cabizbajo y apretando el puño, en una aparente crisis de inspiración o algo por el estilo); en otros momentos, la imagen se coloca en primer lugar y pretende ser la exhaustiva protagonista (son los momentos donde el costado emocional de la trama intenta llegar al espectador con más fuerza mediante planos cerrados y sutiles moviemtos de cámara, algo que casi nunca logra, en parte porque la relación entre la Anna de Diane Kruger y el Beethoven de Ed Harris siempre es distante y nunca funciona con naturalidad).

Finalmente están aquellos momentos en los que tanto la música como la imagen parecieran tomar fuerzas para construir en conjunto un código audiovisual superior al resto de la película, de belleza eminente, de carácter superior. Sin resabios de su antiguo talento, Agniezcka Holland coloca estas temibles ambiciones en la escena más patética de toda la película: la presentación en el teatro de la novena sinfonía. Calculada y fría desde lo formal (mover la cámara con violencia no es sinónimo de calidez ni compromiso), la escena no arriesga absolutamente nada y se limita a un montaje que fluctúa su ritmo y que alterna entre Beethoven, su copista Anna (quien lo ayuda a dirigir), los músicos y el público (escena cuyas imágenes parecieran transmitir gran emoción y fuerza, pero a no confundirse, sólo se trata de la música genial). Algunos primeros planos frontales de individuos nunca antes vistos en toda la película que cantan en el coro durante el cuarto movimiento de la sinfonía carecen de sentido y hasta causan gracia, mientras las pantomimas desde el piso de Diane Kruger para ayudar a su maestro continúan fuera de sincro transmitiendo menos emoción que las películas de Michael Bay. La escena dura alrededor de 10 minutos (versión video clip de la novena sinfonía, resumida a piacere) y no es otra cosa que el clímax de la historia; el problema es que está colocada mucho antes de que la película termine y después nadie sabé qué cosa más contar y para qué.

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PD: De la directora en sus mejores épocas recomiendo Europa Europa (1990) y principalmente la excelente Olivier, Olivier (1992), sobre un niño de 9 años que desaparece cuando sale de su casa en bicicleta para visitar a su abuela, y reaparece luego de 6 años bajo la forma de un delicuente juevenil, aunque despertando muchas dudas sobre su verdadera identidad.


4 comentarios:

Anónimo dijo...

No sé mucho de cine, pero supongo que hacer películas sobre la vida de personajes de tal envergadura no es nada fácil.

Por la crítica que haces, parece como no le dieron mucho vuelta a la historia, mas bien buscaron el efectista, lleno de lugares comunes.

BUDOKAN dijo...

Este artículo me ha servido para saber que era de la vida de esta directora a la que había perdido el rastro. Saludos!

JUAN dijo...

Che, primero muy bueno tu análisis. idem, el blog.

Aunque necesito hacer una defensa de la peli. El Beethoven de Harris esta desacralizado, nunca esta tomato con toda la seriedad ni la gravedad que suelen tener este tipo de personajes en el cine, y ahí es donde me parece, gana la película. En la manera nunca-del-todo-solemne que en definitiva aborda la Historia. Primero por que la directora y Cía. la usan para contar otra cosa (la historia de la copista en plan feminista) y segundo por que este Beethoven hasta se tira pedos en medio de una partitura (o hace que los tira, es lo mismo). Fue en ese momento que la película me engancho. Y sí, lo de Ed Harris es de trazo grueso pero también tiene sus momentos contenidos; creo que de cualquier manera un personaje como Beethoven era la interpretación que necesitaba.

Un Saludo

Anónimo dijo...

la pasion de beethoven ez una de laz mejores peliz ke e visto pz soy fanatica de las obraz clazicaz jejeje ezpero0 y conozca a halguien ke tambien le guzten ezte tipo de peliz y ke hagan maz peliz co0mo0 ezta ezta zuper

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