"Entre lo que se alucina, lo que se quiere ver, lo que se ve realmente y lo que no se ve, el juego es infinito: es ahí donde tocamos la parte más íntima del cine". Serge Daney.

21 de febrero de 2008

El efecto del mal

Por Hernán Silvosa
De eso se trataba nomás... De un trauma infantil poco resuelto en la cabeza de un joven que no busca otra cosa que venganza. Pero lo peor de la nueva política de Hollywood en cuanto a la realización de remakes, secuelas y precuelas a toda costa, sin importar las consecuencias, es que echa a perder cualquier tipo de magia construida durante años por el espectador alrededor de ciertas películas. Poco importa si Clarice Starling es interpretada en la secuela de la saga por una actriz diferente o si en la tercera parte, precuela del resto, el personaje del supuestamente joven Hannibal Lecter está a cargo de un Anthony Hopkins mucho más viejo y lleno de arrugas. Poco importa, claro, que Hannibal: el origen del mal (Rising Hannibal, 2007) cometa el peor de los pecados del cine de terror: explicarlo todo. Y de la peor manera, está claro; sin ambigüedad, sin vuelo creativo, sin humor negro y sin la inolvidable mirada de Hopkins que daba sentido a uno de los personajes más terroríficos del cine de las últimas décadas.

La Segunda Guerra está llegando a su fin cuando, en territorio de Europa del Este, el niño Hannibal es testigo del asesinato de sus padres y del posterior acto de canibalismo que unos soldados crueles y malvados comete con su hermana. Parece que la imagen de este horror se imprime de tal forma en la mente del pequeño Lecter que no hará otra cosa, durante su juventud, que ir vengándose de cada uno de los responsables y, de paso, ir tomándole el gusto a su tan particular gusto culinario.

Pero nada cierra del todo en este nuevo origen del mal. Ni la ingenua y nada ambigüa psicología de sus personajes ni la aburrida trama policial que se intenta construir de forma paralela sin importar demasiado a nadie. Tampoco, y eso es lo más grave, la serie de asesinatos de puesta en escena ovlidable perpetrados por el joven actor Gaspard Ulliel, que hace lo que puede poniendo cara de malo y miradas penetrantes. De tanto esfuerzo, a veces le sale.

¿El origen del mal? Ya fue identificado. Está en productores como Dino De Laurentiis y escritores como Thomas Harris, que algo (o bastante) del poco ortodoxo paladar de Hannibal Lecter deben tener. Pero esta vez no pudieron saborear demasiado. La película fue un fracaso en Estados Unidos y todo el mundo sensato, desde Argentina hasta Japón, pide con ruegos que sea la última.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Si, por favor. Que sea la última.

nn dijo...

No entiendo como una sólida industria cinematográfica como hollywood pasa por este momento de perplejidad creativa que le esta pasando la cuenta hace muchos años... remakes, secuelas, precuelas y adaptaciones de comics... ufffff hasta cuando...???

Darkerrblog dijo...

No la he visto, pero lo del Lecter joven y enmascarado ya se veia innecesario, como si toda la vida hubiese vivido con ese...bozal.

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