"Entre lo que se alucina, lo que se quiere ver, lo que se ve realmente y lo que no se ve, el juego es infinito: es ahí donde tocamos la parte más íntima del cine". Serge Daney.

2 de mayo de 2008

Iron Man Downey Jr.

Iron Man
(de Jon Favreau)
EEUU, 126 min, 2008


Por Hernán Silvosa
Sería arriesgado afirmar que esta última adaptación de Marvel tiene la marginalidad y el delirio de aquellas imágenes concebidas por Tsukamoto para su poco mainstream Hombre de Hierro, aunque también sería ingenuo, del mismo modo, ubicar esta adaptación en la misma línea de películas insípidas como Superman returns de Bryan Singer o, ya fuera del universo de los cómics, simplemente estúpidas como Transformers. Si en algo se destaca Iron Man es en su arrolladora personalidad, consecuencia inevitable del casting más acertado de los últimos años en una película de superhéroes: Robert Downey Jr.

Su presencia resignifica todas las lecturas políticas que puedan hacerse de la trama, en parte porque las vuelve grotescas y simpáticamente absurdas. Allí está la tecnología que permite a Tony Stark salvar su vida y escapar de los terroristas, tomar conciencia de su costado miserable alimentado por el negocio de la fabricación de armas y trabajar para convertirse en el paladín de la justicia construyendo, sobre su propio cuerpo, el arma más sofisticada de toda su carrera. Robert Downy Jr. obliga a sembrar el cinismo, la ironía y el exceso en cada secuencia de Iron Man, permitiendo que el ya tradicional y en apariencia necesario estilo de introducción-y-explicación-de-personajes que tiene el film, similar al de cualquier otro que decide adaptar por primera vez un cómic con décadas de vida, sea reformulado mediante el aporte preciso de diálogos/remate que nunca desentonan (“No me digas que nunca me has visto haciendo cosas peores”, dice Stark cuando es soprendido por su asistente/Gwyneth Paltrow en la intimidad con sus robots) y las ligeras vueltas de tuerca de las clásicas marcas del género (Stark se desespera, a tono con su frivolidad, por dar a conocer su identidad de superhéroe cuando la prensa lo descubre, enfrentando “la verdad” que para la ocasión pretenden construir los agentes del ejército).

Quizás la mesura general aplicada sobre el delirio introducido por la actuación de Robert Downey Jr. no permita hacer del desborde visual y argumental el arma más fuerte de la película -algo que hasta el momento supo hacer únicamente Sam Raimi en la extraordinaria Spiderman 2- aunque son los variados detalles cronenbergianos de cuerpos y máquinas fusionados (el despertar de Tony Stark en un cueva del Medio Oriente con su cuerpo conectado a una batería eléctrica o la escena en la que Paltrow debe reemplazarle la fuente de poder en el pecho, por ejemplo) aquello que, dentro del más conservador y comercial de los cines, marca la bienvenida diferencia.

Puntaje: 8

El siguiente video -que parece una broma, pero no lo es- permite a uno preguntarse si no existirá, en el futuro cercano, un traje de Iron Man disponible a la venta para cada ciudadano norteamericano. Después de todo, la segunda enmienda de la constitución los ampara con creces.