"Entre lo que se alucina, lo que se quiere ver, lo que se ve realmente y lo que no se ve, el juego es infinito: es ahí donde tocamos la parte más íntima del cine". Serge Daney.

3 de noviembre de 2008

Los paranoicos (3), a favor

Los paranoicos
de Gabriel Medina
(Argentina, 102 min, 2008)

Por Diego Briata
La ópera prima de Gabriel Medina, Los Paranoicos, es un film generacional, que termina de consolidar ciertas inquietudes narrativas que originó Martín Rejtman por los noventa, y se nutre de cualidades técnicas delineadas por códigos de género, como la comedia clásica, el policial y hasta el western. La generación a la que pertenece no importa demasiado ya que se pueden ver subyugadas varias situaciones que harán sentirse identificado a algunos más y a otros menos, pero no por eso no deja de ser generacional. Lo que sí entrama de una manera insidiosa todo el film es ese imaginario rencoroso y traicionero del que se alimenta el universo competitivo y descalificador en el que se desenvuelve Luciano Gauna (Daniel Hendler), el sombrío y cabizbajo protagonista de la historia.

Luciano es un joven animador de fiestas infantiles que se gana la vida disfrazándose como un personaje de Plaza Sésamo pasado por Disney Channel; también escribe el guión de una película que jamás termina y es poseedor de una gran inseguridad originada, entre otras cosas, por la rotura de un preservativo durante una relación casual con alguien que no conocemos. Gauna es un aglutinamiento de fracasos e incertezas que lo sumergen en una mediocridad simpática por momentos y desesperante por otros. En su esquiva mirada siempre se refleja cierto halo introspectivo que funciona como una línea más de lectura en su casi tácito mundo. Entonces entra en juego Manuel, el antagonista amigo de Gauna, que vuelve luego de dos años en España, triunfante y extrovertido; su éxito se debe, entre otras cosas, a la realización de "Los paranoicos", una serie de televisión en la que uno de sus personajes principales está inspirado en Gauna (de hecho se llama de la misma forma). Y acá Medina es cómplice de su historia con Damián Szifrón en la realidad (Szifrón le puso Gabriel Medina a uno de los personajes de Los Simuladores, la exitosa serie de televisión). De todas formas, queda bastante claro que este éxito del que Manuel disfruta es en parte gracias a Gauna, y en otra gran medida gracias a su irresistible y desenfrenado altruismo menemista neoliberal, del que luego se valdrá para ofrecerle trabajo a Gauna en un intento por redimir su nefasto pasado y querer conformar el incierto futuro de Gauna. En el medio de todo este periplo de traiciones y posicionamientos jerárquicos, en el que la única moral es la del triunfo artístico mercantilista, aparece la novia de Manuel, Sofía (Jazmín Stuart), que viene a ser la que termina poniendo en jaque el uniforme y pasivo transcurrir de Gauna.

El film posee una fuerza contenida que se distiende en ciertos momentos claves y relacionados con la música y con ciertos bailes que hacen catarsis sobre el retraído personaje de Gauna; esa tensión contenida se va elevando paulatinamente, paranoicamente, como en El fondo del mar (Damián Szifrón, 2003). Hendler sabe ocultar muy bien toda clase de sentimientos y espera hasta último momento para develar cualquier atisbo de dignidad.

En una suerte de cinta de moebius la tensión sexual persigue inescrupulosamente la inseguridad y los fracasos de Gauna, Sofía deja de hacer lo justo y necesario para que esa inseguridad se afiance, ahora no sólo sobre Gauna sino también sobre el espectador; Manuel, por otra parte, es un oponente deleznable y que usa como única arma la humillación constante y en forma de broma anecdótica. Y qué mejor manera que un duelo con matices hawksianos en los lindes de una calle en pleno centro porteño para resolver todo, ¿quién tiene el revolver más grande?, ¿el que escribe mejor, el que gana más plata o el que se queda con la chica?. Gauna, bautizado como el personaje de El sueño de los héroes de Bioy Casares, hace sus correspondientes méritos para que uno le desee lo mejor, y como el sueño de los héroes tiene normalmente un costado romántico y muchas veces una realidad trágica, esta vez es el espectador quien deberá elegir entre una cosa o la otra; en cambio, Gabriel Medina se sigue alejando con un travelling que observa el acontecimiento, reforzándolo por una de mis canciones preferidas de Doris, cerrando apoteóticamente un maravilloso film que es de visión obligatoria.