ExcursionesEzequiel Acuña
Argentina, 2009, 80'
Qué clase de magia encuentra Ezequiel Acuña en aquello que filma para lograr comunicar con imágenes la fluidez de una charla de amigos o el sinsabor de la angustia adolescente deja de ser un misterio en el preciso momento de estar viendo sus películas. Y a tener en cuenta que una charla de amigos puede no siempre estar acompañada de las mejores anécdotas o de la complicidad de una sonrisa que comparte la felicidad de un recuerdo; también la amistad puede sentirse como un témpano de hielo si el paso del tiempo aparece de repente para entumecer las cosas sin pedir permiso; o para hacernos sentir, después de todo, un poco más cerca de la muerte. Entonces cualquier anécdota y cualquier sonrisa compartida son la excusa perfecta para (volver a) viajar y sentirse libre, sin olvidar jamás que en el fondo de la mirada que nos abraza existe siempre una complicidad que entiende, más allá de risas y muecas, por dónde pasa todo el asunto.
Alguien dijo alguna vez que Acuña utilizaba como nadie, al menos en el cine argentino, el recurso de la cámara lenta (el mejor ejemplo es el final de Como un avión estrellado, que eleva al espectador a una suerte de parnaso musical de imágenes irrepetibles); agrego lo mismo en cuanto al uso del flashback. Excursiones, como ninguna otra película del cine argentino reciente, transforma la estética del recuerdo en un arte del presente. Un pasaje que encuentra su clímax, no sin magia, en la comprensión de que en el cine las imágenes del pasado son también las del presente y viceversa. Y que el blanco y negro del día a día puede transformarse, no sin magia también, en los colores vivos de una excursión que no se quiere dejar de realizar.
Dejar de ser adolescente es en Excursiones morir un poco y aceptarlo. Pero aun así seguir viajando.